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Lo que dice usted es verdad.
ResponderEliminarHay mucha gente que niega el infierno pues dice que no puede un Dios bondadoso permitir el sufrimiento Eterno de nadie.
Existen los dos extremos.
También es verdad que desde pequeños se nos ha hablado de los terribles sufrimientos del infierno, y cuesta cambiar un poco, y pensar, que como usted ha comentado en alguna ocasión, harán una historia de la rebelión, como si fuese un mundo similar al de la tierra pero ya sin Iglesia, sin nada que tenga que ver con Dios.
Es difícil imaginar el infierno, pues usted nos dice que si Dios no lo frena, el sufrimiento cada vez es mayor, como un pozo sin fondo. ¿ porqué es cada vez mayor y no es un sufrimiento constante, estático?
´Me encantaría que concretase si los réprobos estarán en un mundo material, resucitado, o no.
Es difícil meditar en ello.
Quizás nosotros nos hemos imaginado un infierno como el de Dante, con niveles que no van ni en aumento ni merman, son siempre iguales.
Esa soledad absoluta, nunca la habíamos imaginado, pensábamos que estaban ardiendo en llamas todos juntitos.
Nos faltan muchos datos para poder imaginarlo, para poder meditar en ello.
El infierno es un estado del alma.
Imposible imaginar nada.
Gracias Padre Fortea por compartir vuestras deducciones con nosotros, seguramente humildes seguidores de nuestro Señor Jesús. Permítame manifestar que veo su obra humana como un reflejo maravilloso de la inmensa generosidad de nuestro Dios para con sus hijitos.
ResponderEliminarBueno, con respecto al tópico, quisiera compartir estos textos (quizá muy largo, sí) que muestran ciertos aspectos que tal vez puedan aclarar algo a algunos. Son dos extractos de los "dictados" a María Valtorta:
Jesús: “Te dije que el Purgatorio (3) es fuego de amor y el Infierno fuego de rigor. El Purgatorio es lugar en el que, pensando en Dios cuya Esencia brilló ante vosotros en el momento del juicio particular llenándoos del deseo de poseerla, expiáis las faltas de amor hacia vuestro Señor Dios. Por medio del amor conquistáis el Amor por grados de caridad cada vez más encendida, laváis vuestro vestido hasta dejar blanco y resplandeciente para entrar en el Reino de la Luz cuyos fulgores te mostré hace unos días. ■ El Infierno, en cambio, es el lugar en el que el pensamiento de Dios, el recuerdo de Dios entrevisto en el juicio particular después de la muerte de cada uno en este mundo, no es, —como para los purgantes deseo santo, nostalgia triste si bien llena de esperanza, esperanza plena en tranquila espera con una paz segura de alcanzar la perfección que será la conquista de Dios y que confiere al espíritu purgante una gozosa actividad purgativa, pues cada pena, cada instante de pena le aproxima a Dios, su amor— sino que es remordimiento, rabia, condenación y odio. ■ Odio contra Satanás, odio contra los hombres y odio contra sí mismos. Odio contra Satanás. Tras haber adorado a Satanás durante la vida teniéndole en el puesto de Dios, ahora que poseen a Satanás y contemplan su verdadero aspecto, no velado bajo la fascinante sonrisa de la carne, bajo el brillo deslumbrador del oro o bajo la potente manifestación de su supremacía, le odian por ser causa de su tormento. ■ Odio contra los hombres. Tras haber adorado, olvidando su dignidad de hijos de Dios, a los hombres hasta el punto de convertirse en asesinos, ladrones, estafadores, mercaderes de inmundicias para ellos, ahora que se encuentran de nuevo con aquellos sus amos por quienes mataron, robaron, estafaron, vendieron el propio honor y el de tantas criaturas infelices, débiles e indefensas, haciéndolas instrumento de vicios desconocidos hasta de las fieras —de la lujuria, atributo del hombre envenenado por Satanás— ahora les odia por ser causa de su tormento. ■ Odio contra sí mismo. Tras haberse adorado a sí mismos procurando a la carne, a la sangre, a los siete apetitos de su carne y de su sangre todas las satisfacciones pisoteando la Ley de Dios y la Ley de la moralidad, ahora se odian al verse causa de su tormento. La palabra «odio» tapiza aquel reino sin límites; ruge en aquellas llamas; brama en las voces de los demonios; solloza y ladra en los lamentos de los condenados; suena, suena y resuena como una eterna campana a rebato; retumba como una eterna bocina de muerte; llena de sí los rincones todos de aquella cárcel; es, de por sí, tormento, ya que, a cada sonido, renueva el recuerdo del Amor perdido para siempre, el remordimiento de haber consentido en su pérdida y la rabia de nunca más volverle a ver. El alma muerta, al modo de esos cuerpos lanzados a las llamas o a un horno crematorio, se retuerce y rechina como agitada de nuevo con un movimiento vital y se excita al comprender su error y muere y renace a cada instante con sufrimientos atroces y así el remordimiento la mata en una blasfemia y esta occisión la trae de nuevo a la vida con un nuevo tormento. La magnitud del delito de haber traicionado a Dios en el tiempo, lo tiene de frente el alma por toda la eternidad, lo mismo que la equivocación de haber rechazado a Dios en el tiempo, lo tendrá el alma presente para su tormento por toda la eternidad.
2° parte :/
ResponderEliminar. ■ El Fuego. En el fuego las llamas toman las figuras de lo que adoraron en la vida y así las pasiones se presentan pintadas con pinceladas incandescentes bajo las formas más apetitosas rechinando una y otra vez este su «memento» (4): «Preferiste el fuego de las pasiones pues ahí tienes ahora el fuego encendido por Dios de cuyo Fuego Santo te burlaste». Y el fuego se corresponde al fuego. En el Paraíso es donde arde el fuego del amor perfecto; en el Purgatorio el fuego del amor purificador y en el Infierno el fuego del amor ofendido. Puesto que los elegidos amaron con perfección, el amor se entrega a ellos con toda su Perfección. Puesto que los purgantes amaron con tibieza, el Amor hácese llama para llevarlos a la Perfección. Y pues los malditos ardieron en todos los fuegos menos en el de Dios, el Fuego de la ira de Dios les abrasa eternamente. Y en el fuego hay también hielo. ■ El Hielo. ¡Oh, no os podéis imaginar qué sea el infierno! Tomad cuanto es el tormento en la tierra para el hombre: fuego, llama, hielo, aguas torrenciales, hambre, sueño, sed, heridas, enfermedades, llagas, muerte; haced una suma única de todo ello y después multiplicadla millones de veces. Tan sólo tendréis una sombra de aquella tremenda realidad. Al ardor insoportable, irá unido el hielo sideral. Los condenados ardieron con todos los fuegos humanos habiendo tenido para su Señor Dios únicamente hielo espiritual. Y así los aguarda el hielo para congelarlos tras haberlos tostado al fuego como peces puestos a la llama para asar. Tormento sobre tormento será este pasar del ardor que dilata al hielo que condensa. ¡Oh!, no es éste un lenguaje metafórico, pues Dios puede hacer que las almas, gravadas con las culpas cometidas, tengan la sensibilidad de la carne aun antes de que ésta las revista. Vosotros no lo sabéis ni creéis. Pero, os digo en verdad que sería mejor para vosotros sufrir todos los tormentos de los mártires que no una hora de torturas infernales. ■ La Oscuridad. El tercer tormento será la oscuridad. Oscuridad material y espiritual. ¡Haber de estar así siempre entre tinieblas después de haber visto la luz del Paraíso, tener que estar abrazado a la Tiniebla tras haber visto la Luz que es Dios! ¡Debatirse en ese tenebroso horror en el que únicamente se ilumina, con el reverbero del espíritu en llamas, el nombre del pecado que les hundió en tal horror! ¡No encontrar otra salida en aquel hervir de espíritus que se odian y maltratan mutuamente sino la desesperación que les vuelve locos y malditos! ¡Nutrirse de ella, mantenerse en ella! Está dicho: «la muerte será el alimento de la muerte».
En otro segmento encontré esto:
Jesús: “Os lo digo Yo, que soy el que creó aquel lugar: cuando para sacar del Limbo a aquéllos que aguardaban mi venida, descendí a él, Yo, Dios, quedé espantado de aquel horror. Y si las cosas hechas por Dios, al ser perfectas, son inmutables, habría querido hacerlo menos atroz ya que soy Amor y quedé dolorido por aquel horror. ¡Y aún queréis vosotros ir allá! ■ Meditad, hijos, estas palabras: a los enfermos se les suministran medicinas amargas, a los afectados por tumores se les cauteriza y saja el mal. Estas palabras son, para vosotros, enfermos y cancerosos, medicina y cauterio de cirujano. No las rechacéis. Usad de ellas para curaros. La vida no dura sino estos pocos días de la tierra. La vida comienza cuando os parece que termina y ya no tiene fin. Alejaos del Atormentador eterno, Satanás”. (Escrito el 15 de Enero de 1944).
En fin, sinceramente es un tema complejo para mi, supongo quizá que la medida del sufrimiento en el infierno esta relacionada con el grado de deformación alcanzada en el "tiempo", mas como Dios es Padre de todas sus creaturitas a de preocuparse al menos mientras exista el "tiempo" por todos. También a Sta. Faustina se le dijo que debemos aprovechar de su Misericordia mientras podamos (eso referencia un límite?).
Mis disculpo por lo largo, este es mi primer posteo.
Dios lo bendiga Padre.
Por esa regla de tres, los que dicen que el infierno no exise porque el que es Amor no puede permitir eso, serían según el post de hoy, unos santos, dispuestos salvar a todo el mundo...
ResponderEliminarA mi me cuesta creer en un fuego "físico" que quema por toda la eternidad sin descanso (y esa idea me atormentó en alguna época de mi vida), por eso la lectura de lo que escribe Padre Fortea me aclara muchas ideas. Ya de por si es horrible estar en la soledad de Dios, sintiendo que no está contigo, no porque no esté, sino porque debido a ese aislamiento psicológico no dejas que entre y entonces es como sino estuviera. Uno se siente tan importante y "autosuficiente" que no acepta el perdón ni el amor. Es claramente un estado de dualidad, de separación, un estado en el cual la realidad se percibe de una forma fragmentada e incompleta; como un átomo suspendido en la nada que se le hace necesaria para que sea una entidad independiente de las demás. Como si la ola del mar se sintiera otra cosa distinta del mar y además en un estado de extrema ilusión rechazase al mismo mar y pertenecer a él.
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